A nivel mundial se está desarrollando una auténtica revolución, que no se impulsa con barricadas, atentados dinamiteros ni golpes militares. Se trata de la ideología de género, pseudo-antropología, con pretensiones de reingeniería social planetaria.
Comenzó como un derivado del movimiento feminista, que buscaba objetivos muy loables: El reconocimiento de la dignidad de la mujer y la igualdad con el varón en derechos civiles. Al radicalizarse ideológicamente, el feminismo desbordó estos parámetros para propugnar la revolución sexual. La píldora anticonceptiva ofreció la herramienta tecnológica.
La ideología de género lleva a cabo una reinterpretación de la historia y de la cultura. Ha surgido el nuevo gremio de los especialistas en género: que proliferan en gobiernos, planes educativos y empresas transnacionales. Con el factor común del rechazo de la maternidad, del trabajo doméstico y de las obligaciones matrimoniales.
Negación de la naturaleza humana
El preconcepto inicial es la negación de la naturaleza humana. El ser humano sería una materia informe que hay que modelar y dotar de sentido. No habría características propias de cada sexo, ni siquiera en la vida psíquica. La homosexualidad no sería antinatural y la heterosexualidad no sería natural. Al negar la naturaleza humana se separa el cuerpo de la psiquis. En consecuencia habría que cambiar la cultura, porque varones y mujeres serían absolutamente idénticos.
Según esta concepción: frente a las evidentes diferencias biológicas, el sexo natural sería intrascendente y lo decisivo sería la psiquis, que no tendría relación con el sexo corporal. Aunque las estadísticas muestren que determinadas conductas se dan mayoritariamente en varones y otras en mujeres, las diferencias biológicas no tendrían ninguna significación antes de ser interpretadas, ya que serían una mera construcción de la sociedad.
Noción de Género
Propugnan la noción de género, que sería el sexo construido socialmente (algo así como un rol convencional). Cada persona construiría su género. Con reingeniería social se podría transformar la percepción natural del género (imposición totalitaria); tal como admite Simone de Beauvoir: “Ninguna mujer debería estar autorizada para quedarse en casa a criar los hijos… Las mujeres no deberían tener esa opción, precisamente porque si existe esa opción, demasiadas mujeres optarán por ella”.
Si se niega la naturaleza humana, y la dualidad de la persona humana como varón o como mujer, no habría ningún condicionamiento antropológico, ni biológico ni psicológico, relativo a la sexualidad. Cada ser humano tendría autonomía absoluta para construir su propio género.
El objetivo final de esta revolución es la completa eliminación de las diferencias sexuales en los seres humanos, para construir un “mundo nuevo”. Para eso hay que luchar contra el “patriarcado” y la “familia tradicional”. El sexo estaría solamente al servicio del placer: Todo vale.
Rafael María de Balbín. (rafaelbalbin@yahoo.es)